La universitaria Carema Sarabia Águila es voluntaria de la Cruz Roja y casi de milagro ha sobrevivido a las explosiones e incendios en tres enormes tanques de petróleo de la mayor base de almacenaje de combustible con que cuenta en la isla, donde se desconoce de sus 15 compañeros tras la tragedia.
Relata que con su jefa llegó en motocicleta al primer tanque incendiado, que con varios rescatistas se situó en la retaguardia de los bomberos, quienes en ese momento trataban de vencer a las enormes llamaradas que salían por todas partes del tanque cargado con 25 mil metros cúbicos de crudo. Era el 5 de agosto y estaba serena.
“Ellos parecían seguros de que lo iban a lograr, yo esperaba mi turno para hacer lo mío y hablaba con mi novio por Whatsapp cuando de pronto sentí un estruendo que me sorprendió y lo único que atiné fue a gritar ¡Se calentó esto! y salí corriendo a protegerme”.
Agrega que “en cuestión de segundos mucha gente corrió y se lanzó al suelo, algunos hasta se subieron a los camiones para huir; muchos transportes chocaron por la desesperación y la prisa de alejarse del lugar, pero fue un primer susto, no hubo heridos ni lesionados y se retomó la labor”.
Ni imaginar podía Sarabia que lo más terrible estaba a punto de ocurrir. La fuerza del viento varió, la temperatura se hizo insoportable, las paredes del depósito comenzaron como a gemir con un sonido metálico y los más duchos en esos menesteres, pocos por cierto, comprendieron que aquel enorme recipiente iba a reventar.
“De un momento a otro sentí que mis compañeros gritaban, ¡Corre, corre, vamos, que esto va a explotar!, y volvimos a correr los que más lejos estábamos del tanque. Honestamente lo que yo puedo decir es poco, era como la película 2012, parecía que el mundo se iba a acabar”, prosigue ella.
Sostiene que “mientras iba corriendo atrás de mí vino un militar y me empujó -no solo a mí, también a otros compañeros-, para unas hierbas altas que había y me quedé ahí unos instantes hasta que el vapor bajó un poco y todo eso me ayudó mucho a que no me quemara tanto”.
Sarabia se recupera de las heridas y cuenta sus vivencias a los amigos, mediante una cadena de Whatsapp.
La joven estudiante y voluntaria en aquello de ayudar a otros de enteró después que en ese primer reventón del que escapó desaparecieron 15 de sus compañeros, que por la magnitud del siniestro se da por un hecho su muerte, que después liquidó al segundo y tercer tanque, mientras el cuarto aún se resiste a desaparecer ante el incendio en Cuba.
Las ayudas internacionales que se movilizan en Cuba
Omar Pérez tiene 61 años, es “pipero”, como se le dice en Cuba a los choferes de camiones cisternas que fueron hasta Matanzas, donde radica el almacenaje de combustible siniestrado, para abastecer de agua a los bomberos.
Recorrió unos 100 kilómetros desde La Habana, ciudad que queda al oeste de la base, y vivió de otra forma lo mismo que Sarabia.
“Cuando explotó aquella cosa grande yo estaba descargando agua a unos 11 metros de la explosión, por suerte contrario al viento. Me dio por correr, me enredé en las mangueras de los bomberos y fui a parar al piso, pero entonces un compañero me arrastró hacia un lugar más seguro. ¡Vaya que me salvó la vida! Gracias a él solo me quemé la espalda y la cabeza”, cuenta Omar, como si esas heridas fueran poca cosa.
En el hospital Calixto García de La Habana, hacia donde lo llevaron de urgencia, conoció de la llegada a la isla de brigadas de soldados, especialistas y recursos enviados por México y Venezuela para auxiliar a los cubanos en el enfrentamiento al fuego. “¡Ahora sí vamos a ganar, carajo!”, supuso, entonces.
Los incendios que han afectado a Cuba este año
Este año está siendo negro para los cubanos. “Estamos salaos”, aseguran ellos, sin que importe si son partidarios o contrarios al gobierno, ni la edad que tengan.
En mayo, a causa de un accidente en el suministro de gas, explotó y se derrumbó en La Habana el hotel Saratoga con el saldo de 45 muertos y conmoción nacional.
En julio, después de un extenso y minucioso mantenimiento y casi en la arrancada, un incendio casual puso fuera de operaciones a una importante termoeléctrica que estabilizaría el servicio para que los cubanos pudieran pasara las vacaciones de verano con menos apagones que los que tienen cada día; la planta quedó semi destruida, por suerte no hubo muertos.
El 5 de agosto, en la tarde-noche, la descarga de un rayo en medio de una tormenta incendió el primer tanque de Matanzas y puso en marcha la hecatombe.
Y por esos misterios de la vida, Juan Carlos López González, rescatista, ha sido protagonista de excepción. Devino famoso sin quererlo salvando gente en el hotel y fue a hacer lo mismo al almacenaje de combustible siniestrado hasta terminar pasando su cumpleaños en el hospital debido a las quemaduras que sufrió. Es uno de los 125 heridos que se cuentan hasta ahora por el desastre.
Su testimonio es parco, porque habla poco Juan Carlos, solo dice que “cumplía con mi deber”, pero los cubanos lo reconocieron entre los heridos por su destaque en el hotel Saratoga, y su cuenta en Facebook se ha desbordado de cariño.